
En esta calurosa tarde,
tarde de julio veintitrés,
sucedió porque había de suceder.
El universo estaba totalmente implicado,
las galaxias se confabularon
para llegar a aquel momento.
Éxtasis, amor, palabra.
Mi pobre yo en el centro del cosmos vibratorio,
pleno de energía universal.
Instante irrepetible, inagotable, indivisible.
No lo puedo retener, ni atrapar;
solamente sé que sucedió, que ocurrió ahí,
que fue para mi, o mejor, que yo estuve ahí.
Su mirada deteniéndose en mis ojos,
su voz, hablándome palabras sentidas,
declamadas, pronunciando la vida, su vida.
Yo me remecía, quería llorar,
cantar, reír,
pero descubrí
que sólo tenía que recibir,
albergar, acoger, escuchar con el corazón.
Palabras suyas, de las entrañas, del amor.
Palabra que pertenecen a La Palabra, al Verbo.
Hoy por primera vez descubrí la poesía.
Hoy por primera vez, en esta tarde,
la poesía se presentó ante mi
y yo sentí, qué pena, no ser poeta.
La luz potente del sol de verano
se filtraba por las cortinas,
iluminaban el perfil de forjador de la palabra,
la palabra fluía, subía, bajaba,
venia hacia mi y me acariciaba.
No la retuve conmigo porque no me pertenecía,
de haberla querido atrapar se hubiera marchitado.
Es que se puede atrapar la brisa, el aire, la vida,
solamente hay que dejarse estar en ellas.
No pude decir nada,
solamente mi corazón albergó este momento,
los siglos deberán tener noticias de él
sí porque en verdad sucedió.
Esas palabra, esa voz, esa mirada...
no se puede pedir más,
eso es felicidad,plenitud,
es palpar desde dentro la ternura.
esas palabras que me acariciaban...